Fotografía epistolar - El valor de lo cotidiano

El paraguas
El paraguas

 

Mádrid, 17 de abril de 2016

 

¿Sabes César?

 

Llueve la tarde, monótonamente, una lluvia sombría que sin embargo tiene esa promesa, ese atisbo de esperanza que solo puede tener la lluvia de primavera...¿te has fijado alguna vez en el brillo diferente de las gotas de lluvia en primavera?

 

Como te decía, llueve, pero no puedo decir que las gotas de lluvia “repiquetean monótonamente en mi ventana” porque el único fenómeno rítmico que percibo en mi ventana es la vibración de los cristales al paso de los coches; un ritmo no tan monótono, de cadencia caprichosa; con su propia polifonía de cláxones, rugidos de motores, frenazos de ruedas y sirenas de emergencia. Si te detienes y prestas atención percibes, a través de este tráfico, el estado emocional de la ciudad, comparten con los fluidos su dinámica como una pieza más del engranaje natural del mundo, aunque estoy de acuerdo contigo en que como recurso literario, o prosopopeya poética no tiene el mismo caché que “el repiqueteo monótono de la lluvia en los cristales”...parece injusto, ¿no?

 

Pero todo esto me conduce a la pregunta original que quería hacerte: ¿Sabes a dónde demonios ha ido a parar mi paraguas?

 

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